Entre las
intenciones del Papa Francisco para este año litúrgico 2015 están cuidar y
hacer oración por los que sufren, por los enfermos y los pobres. Todo momento
es propicio para acercarnos a nuestro Padre Dios, sentir su presencia y pedir
por aquellos a quienes amamos, por los que nos necesitan y hasta por nosotros
mismos en momentos de dolor y sufrimiento. Por tal motivo, comparto con ustedes
una excelente oración de Padre Ignacio Larrañaga, autor de los Talleres de Oración y Vida
de la Nueva Evangelización, y un vídeo publicado por .
Súplica en
la Enfermedad
A Ti, Señor, que pasaste por este mundo "sanando toda
dolencia y toda enfermedad", levanto mis gritos y gemidos, yo, pobre
árbol, azotado por el dolor. Hijo de David, ten compasión de mí.
Mi salud se deshace como una estatua de arena. Estoy
encerrado en un círculo fatal: el hospital, la cama, los análisis, los
diagnósticos, el alcohol, el algodón, el médico, la enfermera... no salgo de
ese círculo. Una fiera llevo clavada en lo más recóndito de esta parte del
cuerpo, y nadie descubre su figura. Ten piedad de mí, Señor.
Dios mío, cada mañana me levanto cansado; mis ojos enrojecen
de tanto insomnio. Con frecuencia me siento pesado como un saco de
arena. Mis huesos están carcomidos, mis entrañas deshechas, y como un
perro rabioso me muerde el dolor. Y, sobre todo, el miedo, Señor. Tengo
mucho miedo. El miedo, como un vestido mojado, se me pega al alma. ¿Qué
será de mí? ¿Amanecerá para mí la aurora de la salud? ¿Podré
cantar algún día el aleluya de los que se sanan?
¿Me visitarás alguna vez, Dios mío? ¿No dijiste un día:
"levántate y anda"? ¿No dijiste a Lázaro: "sal
fuera"? ¿No se sanaron los leprosos y caminaron los cojos al mando de
tu voz? ¿No mandaste soltar las muletas, caminar sobre las
aguas? ¿Cuándo llegará mi hora? ¿Cuándo podré narrar, también yo, tus
maravillas? Hijo de David, ten piedad de mí, Ti que eres
mi única esperanza.
Sin embargo, sé que hay otra cosa peor que la enfermedad: la
angustia. Es buena la salud pero mejor es la paz. ¿Para qué sirve la salud
sin la paz? Y lo que me falta ante todo es la paz, mi Señor
Jesucristo. La angustia, sombra oscura hecha de soledad, miedo e
incertidumbre, la angustia me asalta a ratos, y a veces me domina por
completo. Con frecuencia siento tristeza, y a veces tristeza de muerte.
Necesito paz, Señor Jesús, esa paz que sólo Ti la
puedes dar. Dame esa paz hecha de consolación, esa paz que es fruto de un
abandono confiado. Dejo, pues, mi salud en manos de la medicina, y haré de
mi parte todo lo posible para recuperar la salud. Lo restante lo dejo en
tus manos.
A partir de
este momento suelto los remos, y dejo mi barca a la deriva de las corrientes divinas. Llévame a donde quieras, Señor. Dame salud y vida larga,
pero no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tú. Sé que esta noche
me consolarás. Lléname de tu serenidad, y eso me basta. Así sea.
(Padre Ignacio Larrañaga, Encuentro: Manual
de Oración, pp. 36-37)
Publicado el 20/abril/2017 por
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