Comparto con ustedes la Guía de oración de Unidos Contra el Hambre (versión digital) para orar y meditar en esta Cuaresma 2021.
Mostrando las entradas con la etiqueta Meditación. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Meditación. Mostrar todas las entradas
domingo, 21 de febrero de 2021
viernes, 7 de agosto de 2020
Cántaro
Espíritu Santo, quiero ser tu cántaro para que des de beber al mayor número de personas posible...
(Recuperado de la app del libro: Un minuto al día con el Espíritu Santo, de Padre Evaristo Sada Derby)
domingo, 8 de marzo de 2020
Orar en el espíritu de Jesús
"Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto." (Mt. 6:6)
Sin más, toma una posición corporal correcta, asegura una buena respiración, relaja tensiones, suelta recuerdos y concéntrate.
Sin más, toma una posición corporal correcta, asegura una buena respiración, relaja tensiones, suelta recuerdos y concéntrate.
Pequeño silenciamiento corporal - Ignacio Larrañaga
Silenciamiento mental - Ignacio Larrañaga
Hazte acompañar por la paciencia, la perseverancia y la esperanza. Nunca olvides que la vida con Dios es vida de fe. Piensa: ¿qué haría Jesús en tu lugar?
Invoca al Espíritu Santo, y ora.
Entra en tu corazón e imagina a Jesús en adoración. Con infinita reverencia, en fe y paz, entra en el interior de Jesús. Trata de presenciar y revivir lo que Jesús viviría en su relación con el Padre, y así participa de la experiencia profunda del Señor.
Trata de presenciar y revivir los sentimientos de admiración que Jesús sentiría por el Padre. Santificado sea su nombre.
Colócate en el interior de Jesús y revive aquella actitud de ofrenda y sumisión que Jesús experimentaría ante la voluntad del Padre cuando decía: "No lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú". "Hágase tu voluntad".
Que sentiría al decir: "Abba" (¡querido Papá!), trata de experimentarlo. Pon todo esto en tu corazón, desde la fe, en el espíritu, para revestirte de la disposición de Jesús. Y regresar a la vida llevando en tu interior la vida profunda de Jesús.
Todo sera posible en el Espíritu Santo, "que enseña toda la verdad".
Referencia:
Larrañaga, I. (2013). Encuentro: Manual de oración. Payano, SRL: Santo Domingo, República Domingo.
miércoles, 24 de abril de 2019
Séptima palabra de Jesús en la Cruz (Reflexión) (Lc. 23, 46) “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”
Jesús después de haberlo entregado todo, su tiempo, su palabra, su amor, su cuerpo, su sangre, su madre, entrega también su espíritu al Padre. Le confía al Padre lo más grande y precioso que tiene. Su espíritu que es el amor con que ha servido al Padre, con que se ha entregado a los hombres y con que ha realizado el nuevo universo de la redención; su espíritu que es el patrimonio que desde las manos del Padre vendrá a sus discípulos en Pentecostés para iluminarlos y sostenerlos en las fatigas y las esperanzas.
Su voz se hace potente, reservando todas las fuerzas que le quedan para exclamar: “PADRE A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU"…en tus manos entrego voluntariamente mi alma. Con gran precisión encomienda el espíritu. Y lo que se encomienda no se pierde, se guarda. Jesús deposita su espíritu en manos del Padre, habita ya en el seno del Padre porque nadie más que el Padre puede abarcar totalmente a Cristo. De ahí las palabras de Jesús en el evangelio de San Juan: Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí (14, 10).
¡Padre! Ya no dice «Dios mío, Dios mío » como en la cuarta palabra. Ahora es el hijo otra vez y sus palabras son de esperanza. El mismo que en su primera palabra quiso conmover el corazón del Padre cuando pedía perdón por sus verdugos: «Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen». Ahora vuelve a pronunciar esta dulcísima palabra: «Padre». Ya he cumplido con tu mandato, me descanso en tus manos y quiero esperar allí a todos aquellos que me han escuchado y te han aceptado como nuestro padre y salvador.
Un grito de victoria, una mirada que llega hasta los últimos límites del espacio y del tiempo que alcanza el corazón de todos, una mirada al Cielo, al Padre, y “entregó su espíritu”. La cabeza se inclina y el rostro mira hacia los hombres. En este instante todo comienza para el mundo. El espíritu de Jesús continuará su obra en el tiempo, haciendo todo nuevo: nueva la relación con Dios, construyendo su Reino en el amor. Adorémosle en esta hora silenciosa, abrazados a la Cruz con amor y esperanza.
“PADRE A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU", y con él encomiendo a todos aquellos hermanos míos, que han decidido cambiar de vida y se entregan a tu inmenso amor. Jesús se dirige al Padre con confianza y con amor, reafirmando su actitud de siempre ante la vida, sus “sentimientos”, y expresa Pablo: “Siendo Dios, igual que el Padre, no presumió de ello. Y siendo también hombre, aceptó humilde la suerte como uno más, obedeciendo hasta morir y morir en la cruz” (Filipenses 2,6-8). La confianza en el Padre es absoluta.
En la sexta palabra, Jesús, ya al término de su vida, se había vuelto hacia el mundo que había venido a salvar: ponía en manos del Padre su obra redentora. En esta séptima palabra, consumado ya todo lo referente a la redención del mundo, Jesús puede pensar en Sí mismo. Le queda aún por arrancar su alma santísima de su cuerpo, para hacerla pasar completamente de esta vida, donde el sufrimiento tanto la ha destrozado, a la otra vida, en que ya no habrá agonías. Pide al Padre no que le conserve una vida perecedera, sino al contrario, que acoja su alma inmortal.
Jesús pronuncia la hermosa palabra: Padre. Ahora la protección del Padre no será ningún impedimento a su obra redentora ya consumada. Es el momento en que se hace realidad el Padre Nuestro: "Hágase tu voluntad". Haciendo la voluntad del Padre, Jesús ha abierto para el hombre las puertas de su misericordia. Por eso acudamos a Cristo crucificado, “acerquémonos confiadamente a ese trono de gracia para alcanzar misericordia y hallar la gracia que necesitamos”. Sea la misericordia de Dios el eje de nuestra oración y de nuestra piedad.
“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn 3,14-17). Ante el Jesús agonizante en la cruz debemos pensar en nuestra propia muerte, porque quien debía estar allí, clavado en esa cruz, no era él, sino cada uno de nosotros que lo merecíamos por nuestros pecados. Esto fue lo que cumplió Jesús, esto es lo que expresa la palabra. Ante la inmensidad del amor de Dios y ante la inmensidad de nuestras culpas, sólo queda de nosotros el arrepentimiento, la gratitud y la vuelta a Dios.
La experiencia del Salvador como hombre ha de ser la nuestra también de un modo inevitable; todos hemos de pasar por este sombrío valle. Acaso, ¿podremos dirigirnos entonces a Dios del mismo modo que nuestro Salvador lo hizo? La muerte redentora de Cristo es la garantía de que podremos terminar nuestros días con la misma confianza que Él, si le hemos aceptado como nuestro Salvador y Señor.
Estamos llamados a morir como Jesús y todos podemos llegar a ser capaces de dar ese grito: “¡Padre!”. Llamándole así, Padre, con cariño, con amor, con confianza: en tus manos encomiendo mi espíritu. Entrega, pues, tu espíritu al Señor ya, ahora, en este momento… y renueva tu entrega cada día, ante cada cruz. Y no te parezca tarde, ni te parezca pronto. Que el último de los trabajadores de la viña recibió el salario de los primeros y el buen ladrón alcanzó ese mismo día el Paraíso. Porque “si el malvado se convierte, vivirá; pero si el justo se aparta de su justicia, morirá” (v. Ez 18,21.24). Procuremos morir cada día al pecado y vivir la vida de la gracia.
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Esta oración bella y suprema de Jesús al final de su sacrificio debe estar siempre en nuestros labios y en nuestro corazón al terminar la jornada cada día, como un entrenamiento para que esté también al final de nuestra vida.
Al morir Jesús, confiando su persona al Padre, nos muestra que la muerte no es el final del camino para nadie. Él nos espera para acogernos y guardarnos para toda la eternidad si hemos vivido a la sombra de la Cruz guardando sus mandamientos. Tal como Jesús nos amó, también debemos aprender a dejarnos amar por Él, a recibir su amor y dejarlo entrar a lo profundo de nuestro ser, dejando que toque nuestro corazón y dejándolo habitar en el.
Esto es lo que da sentido a nuestra vida: Nuestros llantos recibirán consuelo, nuestras contradicciones encontrarán luz, nuestra desesperanza tendrá esperanza, nuestros desalientos se transformarán en ánimo, encontrará alegría nuestra tristeza, compromiso nuestra pasividad, mansedumbre nuestra intolerancia. Pongamos nuestras vidas en las manos del Señor, porque lo que nosotros no podemos con nuestras fuerzas, lo puede Dios con su gracia.
La muerte de Jesús marca el fin de la alianza antigua y el comienzo de un mundo nuevo, es decir, el inicio del más grande acontecimiento de la historia espiritual de los hombres desde la creación del mundo. A partir de este momento comienza a realizarse el designio de amor forjado por Dios desde toda la eternidad: anunciar la paz a los gentiles, que estaban lejos, y a los judíos, que estaban cerca, para unirlos en un solo pueblo espiritual, el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Muere Cristo y nace la Iglesia, que continúa en el mundo su obra de salvación. La luz del Cielo encerrada en la Cruz, comienza ahora a expandirse en la Iglesia para iluminar sus alegrías y sus dolores, sus fallos y sus victorias.
La gracia de Cristo va a derramarse en adelante abiertamente y en toda su plenitud. La sangre de la redención del mundo será conservada en la Eucaristía y el agua que nos hace hijos de Dios es la del Bautismo. Ahora la cruz, más que un misterio de sufrimiento, es un misterio de luz y de vida. El sufrimiento pasará, la luz durará para siempre. También hoy la cruz debe mostrarnos el sentido de la vida, la fuerza del amor y la esperanza de la resurrección.
Ahora en la cruz, los que tenemos la suerte de ser bautizados como miembros de la Iglesia, se nos anuncia el inicio del aleluya que florecerá en la Vigilia Pascual. El anuncio de que el crucificado está vivo y ya no muere más. ¡Valoremos la Pascua! ¡Celebrémosla renovando las promesas del bautismo y comulgando con el cuerpo de Cristo Resucitado!
Con la esperanza de que vamos a vivir fijando nuestros ojos en Jesús, Salvador del mundo, tomemos el camino de nuestras vidas como lo hicieron algunos de los apóstoles. Descubramos a Cristo resucitado que va siempre con nosotros y que al llegar la noche podamos decirle como los apóstoles: Maestro, quédate con nosotros. Tú eres Jesús, la persona que necesitamos en la profundidad de nuestro ser. Estamos celebrando tu paso de este mundo al Padre. Regresa a cada día y quédate con nosotros. Para ti será todo el amor que pueda darte nuestro corazón. Que podamos decir cada noche al ir a descansar: “Padre me pongo en tus manos… en paz me acostaré y asimismo dormiré, porque solo Tú Señor me haces vivir confiado ”(Salmo 4:8).
Oremos
Señor y Dios mío, que por nuestro amor agonizaste en la Cruz, aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de nosotros cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédenos que te ofrezcamos con amor el sacrificio de la vida en reparación de nuestros pecados y faltas, y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre estarán nuestras almas en tus manos. Amén.
Padre, me pongo en tus manos
Referencias
Arquidiócesis de Medellín. (2019). Meditación de las siete palabras. Arqmedellin.co. Recuperado de http://arqmedellin.co/_wb/_domain
/arqmedellin.co/es-CO/homilias/completo.php?i=306
Journet, C. (1951). Las siete palabras de Cristo en la cruz. Recuperado de http://www.traditio-op.org/biblioteca/Journet/
Las_siete_palabras_de_Cristo_en_la_Cruz,Charles_Journet_VOT.pdf
Martínez Galdeano, J.R. (2019). Séptima palabra: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Formación pastoral para laicos. Recuperado de http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2009/04/septima-palabra.html
Meditación de las 7 palabras de Jesús en la Cruz. (2019). Aciprensa.com. Recuperado de https://www.aciprensa.com/recursos/
meditacion-de-las-siete-palabras-2016
Royo Martín O. P., A. (s.f.) La pasión del Señor o las siete palabras de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Recuperado de https://www.corazones.org/
espiritualidad/espiritualidad/Antonio-Royo-Marin-Las-siete-palabras.pdf
Ruiz O.P., M. (2016). Sermón de las siete palabras. dominicos.org. Recuperado de https://www.dominicos.org/espiritualidad/meditacion/sermon-de-las-siete-palabras/
Séptima palabra. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu; (Lc 23, 46). (2011). El blog de Cristo. Recuperado de http://cristo.over-blog.org/article-septima-palabra-padre-a-tus-manos-encomiendo-mi-espiritu-lc-23-46-72369110.html
Séptima palabra de Jesús en la cruz. (2019). Komentaria.com. Recuperado de http://www.komentaria.com/valledor/septem/se
Séptima palabra - reflexión de semana santa. (2019). Misioneros Oblatos o.cc.ss. Recuperado de https://www.oblatos.com/septima-palabra/
Trujillo Arango, A. (2005). El sermón de las sietes palabras: dos sermones sobre la paz. Recuperado de https://books.google.com.pr/books?isbn=9586075974
Vidal, J. A. (2012). Séptima Palabra: “Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Recuperado de https://jorgearmando84.wordpress.com/2012/08/23/septima-palabra-padre-mio-en-tus-manos-encomiendo-mi-espiritu/
Etiquetas:
amor de Dios,
Bautismo,
conversión,
Cristo Resucitado,
Cuaresma,
Meditación,
Pascua,
Semana Santa,
Siete palabras,
Triduo Pascual,
Viernes Santo,
Vigilia Pascual
sábado, 22 de septiembre de 2018
Segunda palabra de Jesús en la Cruz (Reflexión) (Lc 23, 43) “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”
Sobre la colina del Calvario había otras dos cruces. El Evangelio dice
que, junto a Jesús, fueron crucificados dos malhechores (Luc. 23, 32), el
penitente y el obstinado. La sangre de los tres formaban un mismo charco, pero,
como dice San Agustín, aunque para los tres la pena era la misma, cada uno
moría por una causa distinta. En estas dos figuras nos encontramos con el
misterio insondable del corazón del hombre: luz y tinieblas, fe e incredulidad,
libertad para decidir entre lo uno y lo otro.
Uno de los malhechores, el
incrédulo, blasfemaba diciendo: “¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y
sálvanos a nosotros!” (Luc. 23,39). Había oído a quienes insultaban a Jesús.
Había podido leer incluso el título que habían escrito sobre la Cruz: “Jesús
Nazareno, Rey de los judíos”. Era un hombre desesperado, que gritaba de rabia
contra todo y contra el cielo.
Los hombres en los tiempos de
Jesús no sabían ni entendían que estaban dando muerte al HIJO DE DIOS. También
en nuestra época muchos son los ignorantes que continúan de espaldas a Dios. No
es posible que crean en Dios y blasfemen contra Él. Le negamos, le abandonamos,
le cerramos las puertas de nuestro corazón...
Pero el otro malhechor se
sintió impresionado al ver cómo era Jesús. Lo había visto lleno de una paz, que
no era de este mundo. Le había visto lleno de mansedumbre y humildad profunda.
Era distinto de todo lo que había conocido hasta entonces. Incluso le había
oído pedir perdón para los que le ofendían. Reconoce en Jesús al Hijo del
Hombre que ha venido a juzgar al mundo, y lo hará con un juicio de
misericordia. Reconoce que la Buena Nueva ya ha llegado, que el tiempo de la
Gracia está aquí, que Dios no viene para destruir, sino para salvar.
Haciendo un esfuerzo para
volverse hacia su otro compañero, se reconoce culpable: « ¿Es que no temes a
Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos
merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho. Él es
inocente» (Lucas, 23, 41). Siente la convicción de sus pecados y reconoce que
Jesús es REY, es el HIJO DE DIOS. Reconoció que necesitaba ser salvo de sus
pecados.
Y encontrándose con la mirada
de Jesucristo le hace esta súplica, sencilla, pero llena de vida: “Jesús, acuérdate
de mí cuando estés en tu Reino”. No lo dice dudando, está seguro de que
llegará; y está seguro de que el reino de Dios no es de este mundo. ¿Quién se
lo ha revelado? Una inundación de luz y gracia en su corazón. Comprendió al fin
que había un Dios al que se podía pedir paz, como los pobres pedían pan a la
puerta de los señores. ¡Cuántas súplicas les hacemos nosotros a los hombres, y
qué pocas le hacemos a Dios!…
No le pide un lugar en su
reino, no le pide un trono; no cree merecerlo. Él sabe que no lo merece: es un
criminal. Simplemente le dice: «Acuérdate de mí». Un recuerdo nada más. ¡Qué
bien había comprendido el Corazón de Cristo!, ¡qué de cosas le había revelado
la gracia de Dios en unos instantes! Y Jesús, que escuchaba en silencio cuando
el otro malhechor le injuriaba, volvió la cabeza para decirle al ladrón
arrepentido: “Yo te aseguro. Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¿Que vio
Cristo en él? Fe y Conversión. La escritura dice que sin fe es imposible
agradar a Dios y el que no naciere de nuevo no verá el reino de Dios.
Es necesario que nosotros
escuchemos y entendamos estas palabras con toda la fuerza y seguridad con que
Jesús las pronunció: “Yo te aseguro”. En ellas se manifiesta la autoridad de
Jesús. En este momento Jesús da testimonio también de Sí mismo, de que Él tiene
la llave del Paraíso.
Aquí está el Rey, actuando
desde la Cruz. Tiene las llaves para abrir y cerrar. Desde la Cruz ofrece su
Reino, el Paraíso del Padre, a los hombres. Pero solamente los pobres, los
pecadores que se humillan, han visto en Él al Rey. Él reina sobre el pecado
perdonando, lo mismo que reinará sobre la muerte resucitando. Es hermoso saber
que Jesús está dispuesto a mostrar su llamado a salvar a las almas, aun estando
clavado en una cruz... ¡Corazón de misericordia infinita! ¡Qué maravillosa es
la gracia de Dios cuando cae de lleno sobre un corazón que no le pone
obstáculos!
En la Cruz, realmente, se
resume toda la Historia de la Salvación. Lo que un hombre por su rebeldía cerró
para todos, por la obediencia de este hombre la misericordia del Padre lo ha
vuelto a abrir a todos: el Paraíso. Y “hoy mismo”, aquí mismo. La humanidad ha
quedado restaurada y el Paraíso de nuevo es ofrecido a los hombres. ¿Cómo se
realiza esto? Dios solamente pide la fe.
Estas palabras, según San
Agustín, constituían un verdadero juramento. La palabra de Jesús se tenía que
cumplir. El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras del Hijo del hombre no
pasarán jamás. Aquella misma tarde se cumplieron en el ladrón arrepentido.
Jesús no le promete nada terrenal, pero consciente de que no ha venido a salvar
a los justos, sino a los pecadores, le promete el Paraíso aquel mismo día.
“Esta misma tarde, antes de que el sol se ponga”. El mismo Paraíso que ofrece a
todo hombre que cree en Él, a todos nosotros.
Y una vida de crímenes,
excesos y pecados desembocó en el cielo. Su arrepentimiento y fe en el divino
Maestro fueron equivalentes a su purificación. Basta decir: ¡perdón! de todo
corazón y convicción para que se nos abran, de par en par, las puertas de la
gloria. Todos tenemos que sufrir, pero estamos a tiempo de escoger nuestra
propia cruz. No podremos escoger la cruz de la inocencia, pero a nuestra
disposición está la cruz de la penitencia, que desemboca en el cielo.
Aún en los momentos duros,
cuando nosotros nos humillamos y reconocemos nuestros pecados ante Jesucristo
nuestro Señor, aparte de perdonarnos, nos salva. Cuando entendemos que no
podemos seguir adelante si Él no está con nosotros y le invocamos de corazón,
alcanzamos salvación y vida eterna (Hch. 4:12). Cuando nos acercamos a Cristo,
entendemos que nos ha salvado con esperanza. Dios quiere que toda la humanidad
se salve y ha puesto en nuestras manos esa libertad. El que quiere salvarse se
salva, pero el que se empeña en condenarse se condena.
No quiere nuestra salvación a
empujones, no quiere llevarnos al cielo a la fuerza. Está dispuesto a
recibirnos a todos con los brazos abiertos, tan abiertos que los tiene clavados
en la cruz para recibir y acoger a todos los pecadores. Bastan unas solas
palabras: « ¡Perdóname, Señor!», para que nos perdone en el acto. Y si no pronunciamos
esas palabras de arrepentimiento, rechazando con verdadero dolor de corazón
nuestros propios pecados, estaremos perdidos para toda la eternidad.

Hay que volver la vista hacia
Dios... nunca es tarde. Por lo general hacemos lo contrario, en lugar de abrir
las puertas del paraíso, se las cerramos en la cara a aquellos a quienes Jesús
mismo invitó y llamó. Condenamos a las prostitutas, a los presos, a los
enfermos, a los homosexuales, a los drogadictos; a los criminales, a los
violadores; y más aún a los que no tienen el mismo color que nosotros, la misma
ideología política, la misma condición social. Les cerramos la puerta a los
demás tan solo por ser diferentes. Comenzando por decir “Dios te ama”,
estaremos construyendo ese paraíso... es parte de la caridad cristiana. ¡Gran
amor el de Cristo!
La cruz no detuvo a Jesús,
así las pruebas no nos pueden detener de llevar el agua de vida al sediento. En
las luchas y dificultades, Dios está con nosotros para llevar este bello
mensaje de amor y esperanza, para que muchos salgan del error del pecado. El
que clama a Jesús, puede estar seguro que Él responde. Con Jesús, la vida,
cualquiera que sea su circunstancia, es un paraíso, el único paraíso.
Pero el verdadero regalo que
Jesús le hizo a aquel hombre en la cruz y a nosotros hoy, no es solamente el
Paraíso. Jesús le ofreció el regalo de sí mismo. Lo más grande que puede poseer
el ser humano es compartir su existencia con Jesucristo. Hemos sido creados
para vivir en comunión con él.
Vamos a preguntarnos... ¿Cómo
estar hoy con Jesús en el mundo?
La vida eterna comienza aquí
y ahora.
Jesús amado, que por amor a nosotros agonizaste en la
cruz y que con tanta prontitud correspondiste a la fe del buen ladrón, que te
reconoció por Hijo de Dios en medio de las humillaciones, y le aseguraste el
Paraíso: ten piedad de todos los fieles que hoy agonizan y de nosotros en la
hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, permite que
reviva en nuestro espíritu una fe firme y constante para que también alcancemos
el premio del santo Paraíso. Amén.
Acuérdate de mi Señor
Referencias:
Catholic.net
(s.f.). Las siete palabras. Recuperado de http://es.catholic.net/op/
articulos/56810/las-siete-palabras.html
Dominicos.org
(2016.). Sermón de las siete palabras. Recuperado de
https://www.dominicos.org/espiritualidad/meditacion/sermon-de-las-siete-palabras/
Hermano
Jiménez, J. (7 de julio de 2011). Las siete palabras de Jesús en la cruz.
Consejería Espiritual. Recuperado de
http://conferenciasypredicas.over-blog.com/
article-las-siete-palabras-78814606.html
Fr.
Royo Martín, A. (2017). La pasión del Señor: Las siete palabras de nuestro
Señor
Jesucristo en la cruz. Corazones.org. Recuperado de http://www.corazones.org/
espiritualidad/espiritualidad/Antonio-Royo-Marin-Las-siete-palabras.pdf
Luis
Horacio. (6 de marzo de 2015.). Significado de las siete palabras de Jesús
en la cruz.
Catoliscopio. Recuperado de https://catoliscopio.com/2015/03/06/
significado-de-las-siete-palabras-de-jesus-en-la-cruz/
Etiquetas:
Cruz,
Cuaresma,
Meditación,
Reflexión,
Semana Santa,
Siete palabras,
Triduo Pascual,
Viernes Santo,
vivir la palabra
domingo, 13 de agosto de 2017
Busquemos a Dios en el silencio
Lecturas del Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo A (enlace)
Las lecturas de este décimo noveno
domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A) nos invitan a buscar a Dios en el
silencio… tomemos el ejemplo del mismo Jesús, que siempre se apartaba a solas y
en silencio para orar y comunicarse con el Padre; también los ejemplos de Elías
y Moisés que subieron al monte de Dios para entrar en contacto con Él. Aunque
se piense lo contrario, los seres humanos tenemos la capacidad para acallar los
ruidos del exterior- hacer silencio dentro
de nosotros, centrar nuestros pensamientos y buscar la paz en nuestro interior; ahí es donde obra el Espíritu
Santo. Por supuesto, ayuda mucho un ambiente de recogimiento, disposición para
orar y querer escucharle. No esperes que llegue a ti como disturbio, ni como
tormenta, ni como una gran ráfaga de viento impetuoso. Él llegará a tu corazón como brisa suave, cálida y
acogedora… en el silencio de tu interior.
Eso es precisamente a lo que
Dios nos invita hoy… a descubrir qué es lo que Él quiere de nosotros en medio
de las dificultades, a escuchar a Dios en medio de la tormenta. Solo necesitamos
aprender a silenciar ese tumulto de ideas, ansiedades y pensamientos que nos
agobian, y nos hace flaquear o dudar de su amor. Pensemos en Pedro y los demás
discípulos, cuando Jesús se les acercó caminando sobre las aguas en medio de
fuertes vientos, diciéndoles que no tuvieran miedo. Como dijo Padre Jairo Salazar en la liturgia de ayer sábado: "Dios tiene el control de
nuestras vidas, nos ama y nos invita a confiar en Él". No perdamos la fe, como
Pedro, en ese momento de dudas cuando bajó de la barca y echó a andar sobre las
aguas. Acercándose a Jesús, sintió la fuerza del viento, le dio miedo y comenzó
a hundirse. ¿Por qué dudó? Porque en su corazón había un mar de problemas que
con fuerza lo tenían cautivo y no podía darse cuenta de que Dios estaba con él; precisamente
el mismo mar de problemas que agobian actualmente a la humanidad. Somos hombres
y mujeres de poca fe.
Recordemos que Jesús le
extendió la mano a Pedro, lo agarró para que no se hundiera, e inmediatamente
que subieron a la barca el viento se aplacó. Hoy, al igual que a Pedro, Dios nuestro
Padre, nos hace una extensión de su amor… nos ha enviado al Espíritu Santo para
sujetarnos y que no sucumbamos ante las adversidades. Nos toca invocarlo y
sentir su presencia en nuestras vidas como brisa suave. También "envía a sus ángeles
para ayudarnos, pero tenemos que aprender a fiarnos de su santo espíritu y de
Jesucristo nuestro Señor, nuestro salvador, el amigo que nunca falla" (Salazar, 2017). No condicionemos
la salvación que Dios nos ofrece, por el contrario aceptemos que Él está en nosotros
y confiémosle nuestras vidas.
Etiquetas:
amor de Dios,
Ciclo A,
Enseñanzas,
Espíritu Santo,
evangelio,
Evangelista Mateo,
fe,
lectura bíblica,
litúrgia,
Meditación,
Reflexión,
significado,
tiempo ordinario,
Vida,
vivir la palabra
viernes, 7 de julio de 2017
Canto de Invocación al Espíritu Santo
Saludos, me enviaron este enlace y lo comparto con ustedes.
Composición hecha para un momento de oración, donde buscamos ser guiados por Dios.
Esperamos les sea útil. Bendiciones!
VEN, SANTO ESPÍRITU
LAEC, msp
(capo 2)
Re la sim
Ven, Santo Espíritu de amor
La sol re mim la
Y sé mi fuerza en la tribulación.
Re fa# sim
Ven, Santo Espíritu de Dios,
La sol mi la fa#
Defensor dela verdad, transforma mi corazón;
Sim la
Y con tu fuego abrasador
Sol la
Enciende en mí una luz
Sim la sol la re
Que me muestre el camino para llegar a ti.
Sol#
Ven, suave brisa a purificar el mundo,
Sim la sol fa#
Ven, dulce huésped del alma que a ti clama.
Mim sim
Oh... (más)
lunes, 17 de abril de 2017
Lectio Divina de la Octava de Pascua
De acuerdo con ACI Prensa, "con el Domingo de Resurrección comienzan los cincuenta días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés. La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos".
Hoy, he querido compartir con ustedes la Lectio Divina de esta semana Octava de Pascua, enlazando las lecturas del calendario que nos ofrecen los frailes de la Orden de Carmelitas en su página. ¡Vivamos la Pascua!
- 16 de abril - Domingo de Pascua de Resurrección - JUAN 20,1-9
- 17 de abril - Lunes de la Octava de Pascua - MATEO 28,8-15
- 18 de abril - Martes de la Octava de Pascua - JUAN 20,11-18
- 19 de abril - Miércoles de la Octava de Pascua - LUCAS 24,13-35
- 20 de abril - Jueves de la Octava de Pascua - LUCAS 24,35-48
- 21 de abril - Viernes de la Octava de Pascua - JUAN 21,1-14
- 22 de abril - Sábado de la Octava de Pascua - MARCOS 16,9-15
- 23 de abril - II Domingo de Pascua - JUAN 20,19-31
Etiquetas:
Cristo Resucitado,
Domingo de Pascua,
evangelio,
Lectio Divina,
lectura bíblica,
Meditación,
Octava de Pascua,
Reflexión,
Resurrección,
vivir la palabra
martes, 21 de marzo de 2017
Evangelio - Martes 3° del Tiempo de Cuaresma
Etiquetas:
Cuaresma,
evangelio,
Evangelista Mateo,
lectura bíblica,
litúrgia,
Meditación,
Palabra de Dios,
perdón,
Reflexión
lunes, 13 de marzo de 2017
martes, 8 de diciembre de 2015
Adviento
"Adviento es descubrir el amor de Dios en los signos que nos rodean" (Unidos contra el hambre, Arzobispado de San Juan, PR, 2015, Ciclo C, p. 17).
viernes, 16 de octubre de 2015
miércoles, 30 de septiembre de 2015
Palabras de Vida: Mateo 18, 1-5
¿Quién es el más importante del Reino de los Cielos?
Por: Padre Alvaro Gutiérrez
Parroquia Santa María Madre de Dios
1 de octubre de 2015
Etiquetas:
Enseñanzas,
evangelio,
Evangelista Mateo,
lectura bíblica,
Meditación,
mensaje,
Palabra de Dios,
Reino de Dios,
vivir la palabra
lunes, 14 de septiembre de 2015
Lectio Divina de la Semana (13 al 19 de septiembre de 2015) - Ciclo B
Reflexión semanal
«La lectura diaria del Evangelio nos ayuda a superar nuestro egoísmo y a seguir con decisión a Jesús, el Maestro.» (Papa Francisco, Tweet 21 agosto)
«¿Quién dicen los hombres que soy yo?»
Lunes 14
Juan 3, 13-17
El que cree en Jesús tiene vida eterna.
Martes 15
Juan 19, 25-27
«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Miércoles 16
Lucas 7, 31-35 «¿Con
quién, compararé, pues, a los hombres de esta generación?»
Jueves 17
Lucas 7, 36-50
«Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»
Viernes 18
Lucas 8, 1-3
Las mujeres siguen a Jesús.
Sábado 19
Lucas 8, 4-15
«El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Incluyo el Calendario Litúrgico de aciprensa.
Etiquetas:
evangelio,
guía semanal,
Lectio Divina,
lectura bíblica,
Meditación,
Oración,
Palabra de Dios,
Papa Francisco,
Reflexión,
vivir la palabra
Suscribirse a:
Entradas (Atom)