De acuerdo con ACI Prensa, "con el Domingo de Resurrección comienzan los cincuenta días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés. La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos".
Hoy, he querido compartir con ustedes la Lectio Divina de esta semana Octava de Pascua, enlazando las lecturas del calendario que nos ofrecen los frailes de la Orden de Carmelitas en su página. ¡Vivamos la Pascua!
16 de abril - Domingo de Pascua de Resurrección - JUAN 20,1-9
17 de abril - Lunes de la Octava de Pascua - MATEO 28,8-15
18 de abril - Martes de la Octava de Pascua -JUAN 20,11-18
19 de abril - Miércoles de la Octava de Pascua - LUCAS 24,13-35
20 de abril - Jueves de la Octava de Pascua - LUCAS 24,35-48
21 de abril - Viernes de la Octava de Pascua - JUAN 21,1-14
22 de abril - Sábado de la Octava de Pascua - MARCOS 16,9-15
El arzobispo Augusto Trujillo Arango, en
su libro “Sermón de las siete palabras”, describe el momento en que Jesús fue
crucificado, un mediodía en el Calvario, cerca de Jerusalén. Los que pasaban le
insultaban, se burlaban de Él, le injuriaban, repartieron sus vestiduras,
echaron a la suerte su túnica. Pero, ¿cómo respondió Jesús a tanto agravio?
Guardando silencio. Solo elevó a Dios esta oración: “¡Padre!, perdónalos,
porque no saben lo que hacen”.
Jesús, desde la cruz, oró por sus
verdugos, disculpando su pecado con corazón magnánimo y noble; dando testimonio
de aquello que había predicado… amen a
sus enemigos y rueguen por los que les persiguen. El no tuvo rencor ni
albergó venganza, por el contrario, imploró a Dios el perdón y la salvación
para su pueblo. Por eso hoy es nuestro intercesor ante Dios. Por el sacrificio de
Cristo obtenemos el perdón de los pecados.
El perdón que pidió a su Padre
engrandeció su vida y con ello reveló una gran verdad: Dios es un Padre
misericordioso, no desconfiemos de su amor infinito. El Señor nos enseña a
perdonar, a disculpar los errores del prójimo, a dar amor a los enemigos, a
olvidar las ofensas recibidas, a orar por los que nos persiguen y nos hacen
mal, y a dar vida. “Nos saca de nuestros
esquemas, de nuestra mentalidad calculadora, de nuestro corazón egoísta. Y nos
muestra cómo es el corazón del Padre siempre dispuesto a acogernos para
ofrecernos su gracia y su perdón” (Guzmán, 2007).
Delante de la cruz reconozcamos nuestra
condición de pecadores y examinemos nuestra vida. Vamos a quitarnos la venda de
los ojos o los lentes oscuros que simbolizan muchas veces el no querer ver la
realidad, manteniéndonos indiferentes o al margen de las cosas. Es un deber
examinarnos sobre el amor al prójimo, la comunicación con Dios, y los preceptos
evangélicos del perdón y de la misericordia.
Asimismo, la Iglesia nos propone que
tengamos en cuenta la oración, el ayuno y la limosna para vivir como vivió
Jesús, para “vivir según la vida buena del evangelio” (Papa Francisco). ¿Somos sinceros
con nosotros mismo sobre cómo vivir cristianamente?, ¿Realmente nos hemos
preparado para vivir con Cristo el camino de la cruz en este tiempo y alcanzar la
salvación? o ¿preferimos la oscuridad a la luz?
-Dios
nos llama a amar y muchas veces criticamos, odiamos, somos violentos, hacemos
el mal a los demás, sembramos discordia, separamos familias o ponemos barreras
al logro de la paz. No es la soberbia la que soluciona los conflictos, actuemos
con los demás “de lamisma manera como actúa Dios con nosotros”
(Guzmán, 2007). Pidámosle a nuestro Padre que nos perdone y que por medio de
Cristo llegue a nosotros la paz.
-Dios
nos llama a vivir en la luz y muchas veces preferimos las tinieblas; no queremos
darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor para no meternos en problemas.
Nos olvidamos de nuestros semejantes, de apoyarlos, animarlos, acompañarlos y
cuidarlos en los momentos de tristeza y enfermedad; “tratemos a los demás con la misma misericordia que hemos recibido” (Guzmán,
2007). Pidámosle a nuestro Padre que nos perdone y que a ejemplo de Cristo
aprendamos a servir a los demás.
-Dios
nos llama a compartir y muchas veces somos egoístas, rencorosos, poco sensibles
al dolor humano y a ayudar a otros en sus necesidades. Pidámosle a nuestro
Padre que nos perdone y que por medio de Cristo descubramos en cada uno el
sentido verdadero del humanismo.
No seamos verdugos, ni enemigos. Reconozcamos
la gravedad del pecado y tomemos conciencia de cómo obramos. El pecado es
desobediencia, ofende a Dios y al prójimo, mancha el corazón y frena la vida. Debemos
crear conciencia de la gravedad del pecado y de la necesidad de pedir perdón a
Dios. Acerquémonos a otros y miremos a los demás como Jesucristo nos miró desde
la cruz, con amor y perdón.
“Nuestra
experiencia de perdón comienza cuando somos capaces de mirarnos con la
misericordia que Dios nos mira; sabernos amados, perdonados, reconciliados es
un Don divino que Jesús nos invita hoy a "dejar fluir": Atrévete a
dejarte mirar por la misericordia de Dios. ¿Qué podría sanar Dios en ti?
¿Aceptarías que Dios te perdone? Sólo cuando experimentes este perdón que sana
y reconcilia, podrás mirar a tu alrededor y hacer lo mismo con quien te ofende
o te ha ofendido” (Pérez, 2017).
“No
es fácil perdonar de verdad. En nuestra vida siempre tenemos una persona a la
que debemos perdonar, o a quien pedir perdón, quizás empezando por nosotros
mismos. El perdón siempre es una gracia, es un don muy grande, pero solo una
auténtica experiencia del perdón puede sanar nuestras heridas y disponernos
para perdonar a los demás” (Guzmán, 2007).
El perdón abre los horizontes a una vida
nueva, a un mundo mejor. Nos da la oportunidad de estar en paz con Dios, con el
prójimo, con nosotros mismos, con el mundo que se está destruyendo. ¿Qué sería
del mundo si no existiera el perdón? ¿Si no existiera una mano extendida que
pide perdón? ¿Si el que ofende a Dios y al prójimo tuviera que seguir siendo
culpable? ¿Si nadie tuviera derecho al perdón?
Papa Francisco nos dice que “el Señor no se cansa de perdonar, somos
nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón”. Todos los pecadores tienen
una promesa de salvación. Nadie está excluido del perdón y la misericordia,
solo debemos pedirlo de todo corazón y buscar reconciliarnos con Dios. Él
siempre responde al que lo busca. Deseemos y busquemos la salvación que Cristo
nos ofrece desde la cruz. Recordemos, además, que para reconciliarnos con Dios
primero es necesario reconciliarnos con el hermano, con el prójimo. Dios acepta
la ofrenda de los que se reconcilian con el hermano.
A Dios le agradaría mucho que esta tarde
de reflexión fuera un día de perdón fraternal. Invoquemos al Padre que está en
el cielo, que es bueno con justos y pecadores, que perdona, que acoge a sus
hijos, que comprende el fondo de la maldad que hay en el corazón humano, y digamos
con corazón contrito y humillado:
“¡Oh Dios!, reconocemos que hemos pecado contra ti y contra
nuestro prójimo; contra nosotros mismos. Perdona nuestros pecados, Señor.
Concédenos alejarnos de todo aquello que no sea digno de ti. Infunde en
nosotros la alegría y el gozo de sentir en nuestra vida tu perdón y
misericordia. Te damos gracias, Jesús, por tu entrega. Danos paz en nuestros
corazones. Queremos ver tu luz y vivir tu palabra plenamente. Queremos
identificarnos contigo. Jesús, quítanos por favor la venda de los ojos para
poder verte siempre como eres. La paz del Señor esté siempre con nosotros.
Amén.
De acuerdo con el blog Píldoras de Fe, el cirio pascual tiene un gran significado para la Iglesia y los cristianos católicos que celebramos la Vigilia Pascual durante el sábado de Gloria en Semana Santa.
Significado del Cirio Pascual
Iluminar la noche con el Cirio Pascual, es representar la victoria de Cristo sobre la muerte, y estar envueltos en la luz de Cristo que nos llena de gozo y esperanza. El Cirio Pascual significa pues, que Cristo resucitado está presente con nosotros aquí y ahora, simboliza la victoria de la vida sobre la muerte, abriendo e iluminando nuestro caminar en el seguimiento de Cristo.
Características del Cirio Pascual
Las inscripciones del Cirio Pascual: las letras del alfabeto griego, alfa y omega, y el año son símbolos que nos hacen tener presente que Cristo está entre nosotros ahora y por toda la eternidad, así mismo, nos recuerdan que Él es el principio y fin de todas las cosas.
Los cinco granos que se clavan en el Cirio Pascual, simbolizan las cinco llagas de Cristo muerto y resucitado. Jesús ya no yace en el sepulcro. Él es la luz del mundo, el vencedor de la muerte que nos ha obtenido la salvación.