domingo, 27 de marzo de 2016

¡El Señor Resucito, Aleluya!


¡Él Vive!


Cuarta palabra de Jesús en la Cruz (Reflexión) Mateo 27:46 "¡Dios mío, Dios mío!" ¿Por qué me has abandonado?

En la cuarta palabra, Jesús descubre sus propios sufrimientos en la cruz como Dios hecho hombre. Estas palabras aunque fueron dirigidas al Padre, no llevaban la intención de reclamo, pero si de búsqueda de respuestas. Aún en su dolor, le invade en lo más profundo de su corazón una dicha inmensa al saber que está cumpliendo su voluntad y demostrando así su amor al Padre y a todos los hombres. En esos momentos Él se hace uno con Dios-Padre, buscando nuestra salvación. Sus palabras fueron dirigidas a todos los que no creen o los que creen a medias, a los que conocen a Dios pero viven como si nunca hubieran escuchado su nombre, a los que tuvieron Fe y la perdieron, a todos los que una vez fueron santos y ahora son pecadores.
¿De quién Jesús espera entonces una respuesta? De mí y de ti. Él quiere que nosotros reconozcamos lo inmenso de su sacrificio, que reconozcamos que no estamos solos, que aclamemos a Él. 
"¡Dios mío, Dios mío!" ¿Por qué me has abandonado? Jesús gritó con voz fuerte, utilizando la poca respiración que necesitaba para expresar la terrible angustia que sentía. Estas palabras que Jesús pronunció desde la cruz no fueron porque se sintiera abandonado por el Padre, todo lo contrario, el Padre estaba a su lado dándole fuerzas para completar su misión.
Como ser humano, Jesús experimentó el dolor y la angustia normal del género humano, sintiendo una inmensa soledad al verse abandonado por todos sus discípulos y amigos, al ser traicionado y acusado de blasfemo, al ser vendido y golpeado, flagelado, insultado y coronado con espinas. Se pasó la vida "haciendo el bien" y sus seguidores lo abandonaron. Pero para los hombres no fue suficiente haber pasado por este mundo haciendo el bien a todos. Llegó hasta el extremo del amor. Dio vida a aquello que había predicado antes: "Nadie tiene amor más grande que el que da la propia vida por sus amigos”. Pero también la dio por sus enemigos, por aquellos que le estaban crucificando.
Con su sacrificio se convirtió en nuestro amigo. Porque amigo es aquel que se priva de algo o de muchas cosas para ofrecértelas. Amigo es aquel que es capaz de privarse de sus horas de descanso para trabajar por ti. Amigo es aquel que puede en un momento renunciar a la comodidad de su casa para hacer que te sientas cómodo, querido y apreciado. Amigo es aquel que deja su tierra para ayudarte a salvar la tuya. Amigo es aquel que te confía sus penas y alegrías, que siempre es transparente para ti y que siempre te llevará hacia un crecimiento en la fe y en el amor a Dios. Amigo es aquel que edifica, que une, que reúne… no el que destroza, destruye, derriba para sentarse encima de los escombros. Amigo es aquel que da la vida para salvarte… como lo hizo Jesús.
Más que sentirse abandonado por Dios, hoy, se siente abandonado por todos nosotros que lo rechazamos, que hemos olvidado su amistad y que dio la vida por nosotros y no queremos aceptar su salvación. Él siente en su propia carne el dolor de nuestros pecados, los tuyos y los míos; y ese fue el precio por nuestra redención. Nos toca decir: “Sí, Señor, lo reconozco; fue por mí, por mis pecados que estás en la cruz”.
El sufrimiento de Cristo simboliza el sufrimiento del ser humano. Jesús, en la agonía de la Cruz, experimenta en su alma los efectos del pecado de la humanidad, es decir, experimenta la ruptura de la comunión con Dios. Desde la Cruz veía a todos los hombres y mujeres que sufrirían. Sintió en sus propias llagas las infinitas llagas de todos los cuerpos que serían torturados por el hambre y la miseria. Sintió las heridas que son consecuencia de la injusticia y la crueldad, el dolor de las llagas de los encarcelados, de los rechazados y despreciados por la misma sociedad. Sintió en su pecho el dolor que siente un anciano cuando es olvidado por los suyos. Sintió en la piel el ardor de todos aquellos que serían marginados por su raza. Y esas voces, desde el silencio se unían a la de Jesús diciendo: ‘Señor, Señor… ¿Por qué me has abandonado?
Este es el sentido de la cuarta palabra de Jesús en la Cruz, es la de redimir al hombre en su totalidad destruyendo el pecado y la muerte, infundiendo nueva vida, su propia vida, la vida de la gracia, la vida eterna.  No nos sintamos abandonados, Él está con nosotros, por nosotros y para nosotros. Pidamos, pues, poder vivir bajo su amparo y con el amor del Padre.
Oración:
            Señor Jesús, amado hermano, Tú, que experimentaste el dolor y la soledad ayúdanos a encontrarte siempre presente en nuestras vidas y que no tengamos más esa sensación de abandono. Tú, que nos pides aliviar el sufrimiento de los hombres, muéstranos el camino. Señor, ten piedad de nosotros y de todos los corazones agonizantes. Que tu inmenso amor nos acompañe siempre. Amén.

SALMO - 21 DIOS MIO, DIOS MIO POR QUE ME HAS ABANDONADO

Referencias: