Les invito a leer una noticia bien interesante que encontré en ACI Prensa. Tres consejos para todo cristiano que desee acercarse más a Dios:
Profundizar en los evangelios (mediante las escrituras, la palabra de Dios, y la oración podemos conocerle más)
Cargar con nuestra cruz (no solo la que podemos llevar en nuestro pecho que es símbolo del sacrificio de Jesús por nuestros pecados, sino la que llevamos en el interior)
Mantener una fe viva. Practicar nuestra fe mediante la ayuda a nuestros hermanos, practicar los sacramentos y todo aquello que nos acerca al Padre Dios.
Contemplaremos varios aspectos
de la sed de nuestro Señor Jesucristo en el calvario, al mismo tiempo meditaremos
sobre cómo este acontecimiento tan significativo para todos los cristianos ha
cambiado, puede cambiar y continua cambiando nuestras vidas. La biblia nos enseña
que cuando Cristo murió en la cruz, mencionó las palabras “tengo sed”. Según
Trujillo (2006) estás expresan dos grandes sentimientos de Cristo: uno físico y
uno espiritual. Podemos añadir un tercer aspecto, el moral.
En primer lugar, Trujillo
(2006) expone lo siguiente:
Nos dicen los estudiosos sobre
el fallecimiento humano que la sed es común en aquellos que sufren muerte de la
manera que murió Cristo que perdió gran cantidad de líquido de su cuerpo.
Cuando eso ocurre el cuerpo se deshidrata, los labios y la boca se secan y la
lengua se pega al paladar, de tal manera que el que atraviesa tal situación “siente sed”.
El autor nos presenta un
cuadro similar al sufrimiento físico de Jesucristo a causa de la pérdida de una
gran cantidad de sangre producida por las heridas de sus manos y sus pies al
ser clavado en la cruz. Nos muestra la humanidad de Cristo. Su dolor fue tan
real como el que cada uno de nosotros experimenta a diario. Sin embargo, Él lo
soportó.Y con esto se cumple todo
cuanto está escrito, Jesús tuvo sed para que se cumpliera lo anunciado en el Salmo
22, 16: “Y mi lengua se pegó a mi paladar", y en el Salmo 69, 22: "Y
en mi sed me dieron a beber vinagre".
En el mundo antiguo, al
crucificado se le daba a beber una composición de vino con mirra para que la
pena del crucificado no fuera tan amarga. También le daban a beber una mezcla
de hiel y vinagre para aturdirlo y acelerar la muerte. “En vez de algo
refrescante y aliviante, le ofrecieron algo que era doloroso y amargo” (San
Cirilo, citado por ECCE Christianus, 2012). No podemos decir con certeza si le
ofrecieron esto para aliviarlo, o para agravarle su agonía, me inclino a creer
en el segundo motivo. Lo que si tenemos claro es que su sed es real. “Jesús
rehusó tal bebida para que su naturaleza física reaccionara con todo lo horrible
del dolor de los crucificados, sin mitigación de ninguna clase” (Vila, s.f.)
En segundo lugar, ¿para qué,
tal sacrificio? Para la redención de nuestros pecados. Para que podamos sentir
profundamente lo mucho que nos ama. Sufrió hasta el máximo los tormentos
físicos, para que apreciemos su gran amor por nosotros.
De acuerdo con la página Web
de ECCE Christianus (2012), el Señor ha dicho “tengo sed” en el mismo sentido
en que dijo a la samaritana “dame de beber”. “Pues al develar el misterio que
contienen estas palabras, también dijo, -Si conocieras el don de Dios, y quién
es el que te dice: Dame de beber, tú
le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva. Pero, ¿cómo podía tener
sed aquel que es la fuente del agua viva?” (Capítulo IX, 207). Jesús, desde la
cruz mira a todo el mundo que está sediento y exhausto, mira la sequía en sus
almas y grita: “tengo sed”.
¿Creen ustedes que Jesús está
satisfecho de ver como gran parte de la humanidad vive en completa ignorancia
acerca de la redención que tanto le costó? ¿Creen ustedes que está satisfecho con
la respuesta de nuestros corazones, de nuestras vidas cristianas, de nuestra
conducta? “Aún hoy día nuestro Salvador,
en lugar de vino, recibe vinagre, en vez de mirra, recibe hiel, pues el mundo
no aprecia su sacrificio” (Vila, s.f.) y cada vez hay más almas perdidas.
Veamos ahora el aspecto moral.
La humanidad está viviendo momentos muy difíciles, y Cristo sigue sufriendo, al
igual que todos nosotros por las guerras, la pobreza, el crimen, la violencia,
entre muchas otras cosas. Pero equivocadamente, para mitigar esa tristeza y
dolor ante tales circunstancias, y como escape a esa realidad recurrimos a
cosas superficiales como es el juego, el derroche de dinero, la mentira, el
alcohol, las drogas, las prendas caras, los carros lujosos, la ropa de última
moda, la falsa conciencia, la música sin sentido y hasta el baile desmedido. Estas
cosas no nos ayudan a encontrar la verdadera felicidad. No nos ayudan a
enfrentar los problemas y menos a buscarles una solución. Nos alejan de la
iglesia y del verdadero amor, que es Cristo Jesús.
El Crucificado nos enseña otro
camino. Jesús no escapó de las situaciones difíciles, al contrario, va a la
cruz. Y aún allí, en el agudo dolor del madero, se niega a escapar (El Nuevo
Día, 9 de abril de 2009). “Se niega a dejarse vencer por la cobardía”. “Jesús sabe
que la única manera que hay de vencer los problemas es dándole la cara” (García
Torres, 2012), enfrentándolos. Por tanto, podemos hacer más, mucho más, para
mostrarle nuestro amor, para calmar la sed de su alma. Esforcémonos por
erradicar y aliviar estos males, y así experimentaremos el gozo del cielo.
En este mensaje hay una
lección para todos nosotros, aprender a tener sed con Cristo, de aquellas cosas
que nos acercan más a Él. Sed de justicia divina, sed de amor, sed de felicidad
verdadera, sed de su palabra, sed de convivir en armonía, sed de consolación
para los afligidos, sed de paz, sed de conocer la fe de la iglesia, sed de una
vida en Cristo.
Aquellos que creen en Él, no
sufran por Él, vivan para Él.